Una drástica medida adoptada en el Parque Nacional Budj Bim, ubicado en el estado australiano de Victoria, ha desatado una ola de cuestionamientos.
Un incendio ocurrido en marzo, que consumió 2.000 hectáreas, provocó la autorización del sacrificio de 750 koalas, muchos de ellos abatidos por francotiradores desde helicópteros, lo que ha generado fuerte rechazo entre conservacionistas y especialistas en vida silvestre.
Según el Departamento de Energía, Medio Ambiente y Acción Climática de dicho estado, numerosos ejemplares fueron hallados en condiciones críticas: desnutridos, deshidratados o con lesiones graves.
Frente a este panorama, las autoridades pusieron en marcha una medida sin precedentes en la región, catalogada como “matanza humanitaria” para aquellos animales con escasas probabilidades de sobrevivir.
El operativo, ejecutado desde el aire por personal entrenado, buscó evitar el sufrimiento prolongado de los koalas afectados por la pérdida de su hábitat.
La primera ministra del estado de Victoria, Jacinta Allan, respaldó la acción argumentando que se trató de una decisión difícil, basada en evaluaciones minuciosas realizadas por especialistas.
No obstante, la iniciativa fue duramente criticada. Algunos legisladores denunciaron que no se verificó, por ejemplo, si las hembras llevaban crías en sus bolsas antes de ser abatidas. Además, sostuvieron que resulta imposible evaluar la condición de los animales desde un helicóptero.
El debate se ha intensificado considerando que, desde 2022, el koala está oficialmente catalogado como especie en peligro de extinción en varias zonas del país.
Esta clasificación, determinada por la Ley de Protección del Medioambiente y Conservación de la Biodiversidad, responde a una disminución poblacional de esta especie, de hasta un 62% en las últimas dos décadas.